PARROQUIA SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

PADRES TEATINOS
Cnel. Bogado y Los Ceibos - Boulogne, San Isidro

Capilla Nuestra Señora de la Pureza (Bacacay 630)
Capilla Cristo Obrero (Aráoz y Guayaquil)
Capilla Medalla Milagrosa (Barrio Ombú)

HORARIOS DE MISAS

PARROQUIA SAGRADO CORAZON

martes a viernes a las 18 hs.

sabados a las 19 hs

domingos a las 8 hs-11hs-19hs



CAPILLA CRISTO OBRERO

sabados 17:30 hs



CAPILLA PUREZA

viernes 8 hs.

domingos 9:30 hs

29/8/09

Domingo 22°... La Palabra. 30 de agosto ' 09



“Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda y habitar en tu monte santo?” (Sal 14). Así reza el salmo interleccional de este domingo, en un contexto de lecturas que coinciden en llamarnos a cumplir los preceptos del Señor.Es un privilegio conocer la Ley de Dios. Los mandatos del Señor conceden sabiduría e inteligencia. Quien los cumple aparece ante el mundo como iniciado, sabio e inteligente (cf Dt 4, 1-2. 6-8). El Apóstol Santiago nos exhorta: “Aceptad dócilmente la palabra plantada, que es capaz de salvaros. Llevadla a la práctica y no os limitéis a escucharla, engañándoos a vosotros mismos” (Sant 1, 21-22).En el Evangelio, Jesús se lamenta por los que interpretan la ley de forma literalista, y en cambio ofrecen un culto vacío: “Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres” (Mc 7, 8).
No es una carga pesada e insoportable la Ley del Señor, si se sabe que es la forma de vida que nos revela Dios como la mayor posibilidad de realización humana, de paz interior y de plenitud personal. El que es honrado, justo, leal, bueno, compasivo, discreto, insobornable, nunca fallará. El que sabe vivir en la voluntad divina experimenta la mayor bendición. “¿Cuál es la gran nación cuyos mandatos y decretos sean tan justos?”¿Quién como el que hace de la voluntad de Dios goza de una relación tan cercana con Él?En las actuales circunstancias sociales y políticas, la Palabra de Dios viene oportuna. Quizá ha sido un tiempo más permisivo, con efectos paradójicos, porque no por ello se ha experimentado más alegría interior. El consejo de Moisés y la afirmación de que Dios está cerca de nosotros cuando lo invocamos, se convierte en guía para no sucumbir en el contraste entre el descanso y el trabajo.Jesús nos ofrece la liberación de todo atavismo ritualista, de toda autojustificación, para mostrarnos la enseñanza de lo que aprovecha, el corazón limpio, la rectitud de intención, la vigilancia para que no aniden en el interior los malos deseos y propósitos, sino, por el contrario, como canta el salmo, broten las intenciones leales. Es momento de comenzar el curso, de luchar contra todo sentimiento depresivo. “La ley del Señor alegra el corazón y da luz a los ojos”. Prueba y verás cómo no hay forma de vivir más lograda que la que se conduce por los mandatos divinos.

Por Ángel Moreno (ciudadredonda.org)

22/8/09

La Participación en la Misa... Para pensar

“En la historia se han presentado, no pocas veces, tendencias de ‘espiritualizar’ el mensaje cristiano y dar a los signos exteriores solamente un valor simbólico. El mismo evangelio de San Juan ya es una respuesta a una corriente que consideraba todo lo material como corrupto y que por lo mismo no aceptaba tampoco que Dios se haya hecho realmente hombre. La Iglesia, en cambio, siempre ha afirmado la encarnación real del Hijo de Dios. Por eso la Eucaristía es el núcleo central de sus asambleas; en ella se prolonga la encarnación y está presente Jesucristo en su naturaleza divina y humana, con su alma y su cuerpo, con su carne y su sangre”, expresó monseñor Luis Stöckler, obispo de Quilmes, en su homilía del domingo. Explicó que “al acercarnos al altar y recibir la comunión expresamos nuestra fe en la doble presencia de Cristo: en el pan consagrado y en la comunidad; recibimos su cuerpo sacramental y somos su cuerpo místico”, y subrayó: “Solo reciben el cuerpo de Cristo quienes ya lo son”. El prelado ilustró esta afirmación con una cita de San Agustín en la que se refiere a la “relación insoslayable entre eucaristía y comunidad y su implicación en nuestra vida”: “¡Cuántos hay que reciben del altar este alimento y mueren en el mismo momento de recibirlo! (…) Antes de acercarse al altar acuérdense de lo que dijeron: Perdónanos nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden. ¿Perdonas tú? Serás tú también perdonado. Acércate con confianza que es pan, no veneno. Pero examínate para ver si es verdad que perdonas. Pues, si no perdonas, mientes y tratas de mentir a quien no puedes engañar”. Por último, el pastor quilmeño afirmó que “nuestra participación en la Santa Misa no es una formalidad legalista, sino constitutiva para nuestra vida. El Señor, al asumir nuestra condición humana, la ha sanado, y nos ha manifestado cómo debemos vivir en nuestra interioridad y como miembros de la comunidad. Al recibirlo dignamente, nos hace capaces de seguir su ejemplo.+


Luis Stöckler, obispo de Quilmes
21 de agosto de 2009

Domingo 21°... La Palabra. 23 de agosto ' 09

¿A dónde iremos?
El gran dibujante Quino en una de sus tiras con Mafalda como protagonista, la dibuja parándose en la calla ente unos obreros que cavan en la acera. Les pregunta que “si están buscando las raíces de lo nacional” y ellos le responden que “no, sólo arreglando la línea de teléfonos”. Mafalda se va entristecida pensando que “es una pena, lo urgente no nos deja ver lo importante”.

Algo así nos pasa en la vida. Tenemos muchas cosas que hacer, muchas preocupaciones urgentes y se nos pasa de largo lo más importante, lo que verdaderamente vale la pena. Menos mal que de vez en cuando la vida se nos planta delante y nos hace caer en la cuenta de lo que es verdaderamente importante. Las ocasiones pueden ser muchas y no necesariamente situaciones de infelicidad o dolor. La cuestión es que se nos ofrece la posibilidad de pararnos y ver nuestra vida en perspectiva, hacia atrás y hacia delante. Y nos preguntamos con sinceridad qué es lo que queremos, qué es lo valioso, dónde está el centro en que nos apoyamos y cuál es la meta a la que nos queremos dirigir.


La decisión del pueblo.
Una situación de esas es la que se plantea a los israelitas en la primera lectura. Han salido de Egipto, han experimentado el brazo fuerte de Dios que los ha sacado de la opresión y la esclavitud. Han caminado durante muchos años por el desierto, siempre en busca de la Tierra Prometida. La peregrinación está llegando a su fin. Es el momento de detenerse y plantearse qué es lo que quieren para la nueva vida que están a punto de comenzar en la nueva tierra. Es un momento en que todo es posible.
Josué hace memoria de lo que han vivido y afirma su fidelidad al Dios que les sacó de la esclavitud. El pueblo responde: “Serviremos al Señor, porque él es nuestro Dios”. Luego vendrá una historia hecha de fidelidad e infidelidad, una historia de gracia y pecado, pero la decisión está tomada. Los que siguen a Jesús se encuentran en una situación parecida. Las palabras de Jesús han sido muy claras. Ha ofrecido a sus seguidores una vida nueva. Comulgar con su cuerpo y con su sangre es entrar en comunión con Él y con su misión. Los que le sigan se comprometen a vivir por y para el Reino. Asumen como suyo el plan de salvación de Dios. Se convertirán en testigos del amor de Dios para toda la humanidad, un amor sin exclusiones, sin excepciones, sin condiciones. El futuro se les presenta complicado. Jesús les invita a dejar las seguridades de su pueblo, de su familia, de lo de siempre. Y a enfrentar la oposición que terminará llevando a Jesús a la muerte, confiando nada más que en el amor misterioso del Padre.
Es el momento en que muchos se vuelven atrás. Se dan cuenta de que andar con Jesús es peligroso, de que entrar en el Reino tiene sus riesgos. No es sólo participar en una comida a la que invita Jesús como lo fue la multiplicación de los panes. Es convertir la vida toda en una Eucaristía, en una acción de gracias en fraternidad. Es comprometer la vida por la justicia de Dios.

“Tú tienes palabras de Vida” .
Hay un antes y un después para Jesús y sus seguidores. Antes eran muchos los que le seguían. Quizá porque habían comido hasta hartarse pero nada más. En adelante, el grupo de los discípulos se hace más pequeño, se reduce. Son los pocos que con Simón Pedro sienten que Jesús tiene palabras de vida eterna, que vale la pena dejarlo todo, que no hay que dejarse envolver en problemas urgentes pero no demasiado importantes. Se dan cuenta de que en su respuesta a Jesús se están jugando la vida en su sentido más pleno. Es la Vida que Dios regala en su amor. Es la Vida que hay que llevar a toda la humanidad porque la voluntad de Dios no es otra sino que vivamos en fraternidad y justicia, como hijos e hijas suyos, como hermanos y hermanas. Hoy nos toca a nosotros dar una respuesta. Podemos repetir muchas veces las palabras de Pedro: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Nosotros creemos y sabemos que tú eres el santo de Dios”. Pero lo importante no es decirlas con los labios sino pronunciarlas desde lo más hondo de nuestro corazón y nuestra mente. No queremos ir a ningún otro lugar porque en ninguno de esos lugares encontraríamos la vida que encontramos siguiendo a Jesús. Y esa vida se realiza aquí y ahora en los caminos y calles de nuestro mundo cada vez que hacemos fraternidad, que respetamos a todos en su dignidad plena de hijos de Dios, como dice la segunda lectura, que extendemos la mano al hermano, que sentimos a los otros miembros de una única familia, la familia de Dios.


Fernando Torres Pérez, cmf (ciudadredonda.org)

15/8/09

Domingo 20°... La Palabra. 16 de agosto ' 09

Pienso ahora en la madre que toma en brazos a su hijo pequeño y, al tiempo que lo abraza con todo el cariño del mundo, le dice al oído algo así como “Te comería a besos”. Es una forma de expresar el cariño que los une –no olvidar que es un cariño unidireccional, de la madre al bebé–. Entre ellos se da una comunión en la que la madre siente todo lo que sucede al hijo como si le sucediera a ella. Algo parecido –pero en este caso bidireccional– se da en el amor humano. También termina expresándose físicamente, en besos, abrazos, caricias, relaciones íntimas. Es una forma de comunión que va más allá de las fronteras de lo físico. Se unen los corazones y se supera la soledad del individuo. En las dos relaciones puestas como ejemplo, se usa muchas veces la idea y termino de “comer” como metáfora que expresa esa íntima unión. Porque el comer nos da la vida, exactamente igual que esa unión profunda nos da también la vida, nos lleva a una plenitud mayor. Ya no hablamos de la vida física sino de la vida en todos los sentidos, la Vida.
El pan es la carne-vida de Cristo

Jesús habla de comer su carne. Utiliza primero la imagen del pan. Él es el pan vivo, el pan que da la verdadera vida. Ese pan es su misma carne que se ofrece para que todos vivan. De la metáfora a la realidad las fronteras las ponen los científicos. Pero los que más allá de la ciencia entran en el camino de la sabiduría saben que más allá de lo que se puede medir y tocar hay realidad verdadera. Compartir el pan consagrado en la Eucaristía es realmente “comer” el cuerpo de Cristo en el sentido de que entramos en comunión con él, que su Evangelio se hace vida y compromiso en nosotros, que su gracia nos capacita para ir más allá de nuestras posibilidades, para crear el Reino, para hacer justicia y fraternidad.

Compartir el cuerpo de Cristo nos hace vivir de otra manera. Comulgamos con él y con su Reino. Nos hacemos hijos en el Hijo y los otros se convierten en nuestros hermanos y hermanas. Entramos en un camino-comunión en el que más allá de mi salvación individual entramos en comunión con la humanidad entera, con la familia de Dios, en especial con los que más sufren y experimentamos que la Vida que Dios nos regala es para todos, que no tiene sentido la comunión si no se alarga y extiende hasta alcanzar a todos sin excluir a nadie.
No quieren entender
Todo esto no es difícil de entender pero, como dice un refrán, “no hay peor sordo que el que no quiere oír”. Los judíos, así los denomina el Evangelio de Juan, no querían entender. Ellos se oponen a todo lo que pueda suponer un cambio en su imagen de Dios, de lo que es bueno y de lo que es malo. Por eso malentienden las palabras de Jesús e interpretan lo de “comer su carne” en el sentido más craso y físico. Creen que Jesús les está pidiendo a sus seguidores que sean antropófagos.
Jesús se lo intenta explicar una y otra vez pero no consigue nada. Por la sencilla razón de que “no hay peor sordo...”. Lo bueno, lo que nos queda como testimonio vivo del amor de Dios para con nosotros, es que ni en ese caso Dios retira su oferta. Ni siquiera cuando los hombres nos obcecamos en decir “no” a la oferta de Dios, a su amor y gracia que se nos regala, a la reconciliación que nos brinda, a la Vida que nos promete, Dios retira su mano llena de cariño. La salvación también era para aquellos “judíos” que se oponen a Jesús y que ridiculizan su mensaje. Conclusión: como buen padre, Dios nunca nos deja de su mano. Así nos ama Dios. Sin límites, sin condiciones.
Hoy es el día en que Jesús nos invita a la Eucaristía, a que comamos su cuerpo y bebamos su sangre, a que comulguemos con él, con su mensaje, con su vida. Así su Reino se hace posible en nuestras vidas. Hoy es el día en que tenemos que vivir como lo que somos: comensales de Dios, miembros de su familia, hijos e hijas. Es tiempo de aprovechar el momento, como nos indica la segunda lectura, para hacer realidad la voluntad de Dios, para darle gracias por su amor y para vivir expandiendo el amor que de él recibimos a todos los que nos encontremos por los caminos de la vida.



Fernando Torres Pérez, cmf (ciudadredonda.org)

8/8/09

Domingo 19°... La Palabra. 9 de agosto ' 09

La libertad nos llama desde el cielo

Todo empezó con Jesús invitando a la gente a comer, haciéndoles partícipes de un banquete y saciando su hambre. ¿Podía criticar alguien a Jesús por eso? Nada de eso. Todos se sintieron contentos. Los que comieron porque tenían el estómago lleno. Y los que mantenían al pueblo en la pobreza, los que lo oprimían, porque habían encontrado a uno que satisfacía las necesidades del pueblo, que en principio no daba problemas. Se sentían contentos porque la gente cuando tiene hambre puede llegar a sentir rabia, puede llegar a darse cuenta de la injusticia a la que está sometida y puede intentar protestar. Eso nunca es bueno porque altera el orden social, el orden legalmente establecido. Pero la cosa no terminó ahí. Los estómagos saciados querían más. El hambre es una necesidad que no se sacia definitivamente nunca. El estómago se vacía y quiere volver a saciarse. Por eso la gente siguió a Jesús. Querían más. Pero Jesús, en lugar de alimentarlos, los provoca. Tienen que buscar el pan que da la verdadera vida. No basta con el pan material. Es necesario el pan de la fraternidad, de la justicia. Y en ese momento los poderosos, los guardianes del orden social, de la ley establecida por ellos mismos y para su provecho, se comenzaron a poner nerviosos. Aquel Jesús era mucho más peligroso de lo que aparecía a primera vista.
Los malos de la película.
Esa es la razón por la que aparecen en el Evangelio de Juan unos personajes nuevos: los judíos. ¿No eran judíos todos los que seguían a Jesús y Jesús mismo? Ciertamente, pero Juan en su Evangelio personifica bajo ese nombre a los malos de la película, a los que se oponen a Jesús y su mensaje. Los judíos son los que no pueden creer que Jesús sea el “pan bajado del cielo”, el que lleva a los hombres y mujeres por caminos nuevos de libertad, de justicia y fraternidad. Ni desean que existan esos caminos –todo debe ser como ellos dicen que siempre ha sido, como ellos dicen que dice la tradición, como ellos dicen que dice la ley– ni creen que puedan existir. Ellos conocen a Jesús, conocen a su familia, a su padre, a su madre. No es posible que haya nada “bajado del cielo” en ese origen. Y en ningún caso puede venir del cielo un mensaje como el de Jesús que promete vida, libertad, justicia, que promete la salvación para todos. Pero Jesús insiste. Él es el mensajero y el mensaje del Padre. Él es el pan que da la verdadera vida. Él trae la vida al mundo. Como el ángel del Señor alimentó a Elías en su camino al Horeb, Jesús se hace alimento para que lleguemos a nuestra propia plenitud, que es la mejor forma de dar gloria a Dios.
El “salto” de la fe y el testimonio.
El choque es inevitable. Jesús y los “judíos” se mueven a niveles diferentes. Jesús invita a los que le siguen a crecer, a levantarse, a ser libres, a vivir. Los “judíos” no quieren moverse de donde están. Y piensan que Dios lo quiere así. No hay posibilidad de encuentro. Sólo sería posible dando el salto de la fe. O cayéndose del caballo, como Pablo. Al final, sólo cabe el testimonio limpio de los que viven en el nuevo orden de cosas instaurado por Jesús, de los que se han levantado y han comenzado su personal camino hacia el Horeb, hacia el encuentro con el Dios de la libertad y de la justicia, del amor y de la paz. Ahí se entienden fácilmente los consejos de Pablo en la segunda lectura. Los que siguen a Jesús no viven amargados sino que están dominados por la bondad, la comprensión, la paciencia. Irradian a su alrededor el buen olor de Cristo y hacen de su vida una eucaristía. Comulgan el cuerpo de Cristo y lo reparten transformado en vida, en amor, en compromiso por la justicia, a todos los que se encuentran en su camino. Y, de paso, se cambia lo que haya que cambiar. Porque Dios no quiere que se conserve el orden establecido sino que hombres y mujeres, todos los hombres y mujeres, vivan y vivan en libertad y en plenitud.


Fernando Torres Pérez, cmf(ciudadredonda.org)

1/8/09

Domingo 18°... La Palabra. 1 de agosto ' 09

SER CRISTIANOS: UNA NOVEDAD

La gente necesita a Jesús y lo busca. Hay algo en él que los atrae, pero todavía no saben exactamente por qué lo buscan ni para qué. Según el evangelista, muchos lo hacen porque el día anterior les ha distribuido pan para saciar su hambre.Jesús comienza a conversar con ellos. Hay cosas que conviene aclarar desde el principio. El pan material es muy importante.
Él mismo les ha enseñado a pedir a Dios «el pan de cada día» para todos. Pero el ser humano necesita algo más. Jesús quiere ofrecerles un alimento que puede saciar para siempre su hambre de vida.
La gente intuye que Jesús les está abriendo un horizonte nuevo, pero no saben qué hacer, ni por dónde empezar. El evangelista resume sus interrogantes con estas palabras: « y ¿qué obras tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios quiere? ». Hay en ellos un deseo sincero de acertar. Quieren trabajar en lo que Dios quiere, pero, acostumbrados a pensarlo todo desde la Ley, preguntan a Jesús qué obras, prácticas y observancias nuevas tienen que tener en cuenta.
La respuesta de Jesús toca el corazón del cristianismo: «la obra (¡en singular!) que Dios quiere es ésta: que creáis en el que él ha enviado». Dios sólo quiere que crean en Jesucristo pues es el gran regalo que él ha enviado al mundo. Ésta es la nueva exigencia. En esto han de trabajar. Lo demás es secundario.
Después de veinte siglos de cristianismo, ¿no necesitamos descubrir de nuevo que toda la fuerza y la originalidad de la Iglesia está en creer en Jesucristo y seguirlo? ¿No necesitamos pasar de la actitud de adeptos de una religión de “creencias” y de “prácticas” a vivir como discípulos de Jesús?
La fe cristiana no consiste primordialmente en ir cumpliendo correctamente un código de prácticas y observancias nuevas, superiores a las del antiguo testamento. No. La identidad cristiana está en aprender a vivir un estilo de vida que nace de la relación viva y confiada en Jesús el Cristo. Nos vamos haciendo cristianos en la medida en que aprendemos a pensar, sentir, amar, trabajar, sufrir y vivir como Jesús.
Ser cristiano exige hoy una experiencia de Jesús y una identificación con su proyecto que no se requería hace unos años para ser un buen practicante. Para subsistir en medio de la sociedad laica, las comunidades cristianas necesitan cuidar más que nunca la adhesión y el contacto vital con Jesús el Cristo.

José Antonio Pagola (redescristianas.org)