PARROQUIA SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

PADRES TEATINOS
Cnel. Bogado y Los Ceibos - Boulogne, San Isidro

Capilla Nuestra Señora de la Pureza (Bacacay 630)
Capilla Cristo Obrero (Aráoz y Guayaquil)
Capilla Medalla Milagrosa (Barrio Ombú)

HORARIOS DE MISAS

PARROQUIA SAGRADO CORAZON

martes a viernes a las 18 hs.

sabados a las 19 hs

domingos a las 8 hs-11hs-19hs



CAPILLA CRISTO OBRERO

sabados 17:30 hs



CAPILLA PUREZA

viernes 8 hs.

domingos 9:30 hs

21/3/09

4° DOMINGO DE CUARESMA... La Palabra

“Tanto amó Dios al mundo...”


En el camino de la Cuaresma hacia la Pascua se nos van proponiendo diversos hitos. Cada uno de los domingos es como una parada en el camino que nos invita a reflexionar sobre lo que estamos haciendo, sobre el sentido de nuestro caminar. La parada de este domingo es clave. Es especialmente iluminadora porque va contra algunas de esas ideas preconcebidas sobre nuestra fe y nuestra relación con Dios. Esas ideas que, de tanto repetirlas, nos las terminamos creyendo aunque en el fondo tengan poco que ver con el Evangelio de Jesús. El Evangelio y la lectura de Efesios nos lo dejan claro de entrada con palabras que deberíamos guardar siempre como el mejor de los tesoros: “Dios rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho vivir en Cristo”. “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él”. Un amor hondo, radical, total Con esas dos frases ya tendríamos suficiente para este domingo y para unos cuantos más. Estamos tocando el centro mismo de la experiencia cristiana. Ese “tanto amó Dios al mundo...” nos habla de la profundidad, radicalidad, totalidad y rotundidad del amor de Dios. Es un amor sin límites. Es un amor que rompe la idea de que Dios haga morir a su Hijo para expiar los pecados de la humanidad. No es eso. No podemos pensar eso de Dios. ¡Qué barbaridad! Porque entonces el Dios amor y misericordia, cariño y ternura, se convierte en un Dios que no renuncia a la venganza, que quiere sangre, que desea el castigo del culpable y que termina haciendo una especie de trato infernal para que sea su Hijo el que muera en lugar de los culpables. Si queremos utilizar una imagen, es mejor decir que Dios nos ama tanto que envió a su Hijo al mundo para rescatarnos de la muerte. Como quien lanza un salvavidas al que se está ahogando. Sucede que a veces, en su desesperación, el que se ahoga rechaza a manotazos el salvavidas. Pero eso no detiene el esfuerzo del que le quiere salvar. Así es Dios con nosotros. Así de grande es su amor. Así nos quiere. Así quiere que vivamos. Salvados por gracia Para los que todavía le siguen dando vueltas a los méritos que tenemos que hacer, a que tenemos que acumular puntos a base de sacrificios y oraciones y no sé cuántas otras cosas más, Pablo en la carta a los efesios nos recuerda que “estáis salvados por su gracia”, que “no se debe a vosotros, sino que es un don de la fe” y que “tampoco se debe a las obras”. La salvación es gracia, pura gracia, pura acumulación de amor y ternura que nos abre a un nuevo futuro, que nos permite escapar de la espiral de violencia, egoísmo, avaricia, venganza y muerte que a veces nos envuelve y comprometernos a trabajar por un mundo diferente, construido sobre el amor de Dios, sobre la reconciliación, el perdón, la misericordia. No son las obras las que nos salvan –¿quién puede hacer méritos antes Dios?– sino que el encuentro con el Dios que nos salva nos libera para vivir de una forma nueva las relaciones con los demás. Liberados de la esclavitud del odio para vivir en el amor. Liberados del rencor para vivir en el perdón. Ni siquiera ese amor y ese perdón son las “obras” que “debemos” hacer. ¡Mal planteamiento! No hay deber para el que vive en la gracia. El que se siente salvado y amado por Dios no puede sino amar. Vive en la misericordia. Perdona sin límites. Y ahí encuentra su vivir en plenitud, la felicidad. Encuentra la buena vida en el mejor y más amplio sentido de “buena”. Encuentra la felicidad verdadera, la que Dios nos ofrece con generosidad inmensa. Porque tanto nos amó... Hoy es día para reconocer con gozo ese grandísimo amor de Dios. Hoy es día para mirar a Jesús y sentirnos agradecidos. ¡Él es el amor de Dios encarnado, hecho vida para nosotros! Hoy nos damos cuenta de que no hay juicio ni condena porque la luz de Dios nos ilumina. Pasa que todavía no llega a todos, que a algunos nadie les ha dicho todavía que pueden abrir los ojos y encontrarse con la luz, que a muchos la experiencia dura de la vida les ha cosido los párpados y no pueden ver la luz. Pero la misericordia de Dios hará que, de una u otra manera, lleguen a ver su luz. Porque tanto amó Dios al mundo... que nunca nos dejará de su mano. Nunca.


Por Fernando Torres (ciudadredonda,org)

No hay comentarios:

Publicar un comentario