PARROQUIA SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

PADRES TEATINOS
Cnel. Bogado y Los Ceibos - Boulogne, San Isidro

Capilla Nuestra Señora de la Pureza (Bacacay 630)
Capilla Cristo Obrero (Aráoz y Guayaquil)
Capilla Medalla Milagrosa (Barrio Ombú)

HORARIOS DE MISAS

PARROQUIA SAGRADO CORAZON

martes a viernes a las 18 hs.

sabados a las 19 hs

domingos a las 8 hs-11hs-19hs



CAPILLA CRISTO OBRERO

sabados 17:30 hs



CAPILLA PUREZA

viernes 8 hs.

domingos 9:30 hs

30/5/09

Pentecostés... La Palabra...

El Imparable Espíritu de Dios

Pentecostés es el viento y el fuego del Espíritu que quema y destruye, que calienta y transforma, que abre las ventanas y envía a los discípulos al mundo, a predicar la buena nueva de que Dios no está contra nosotros sino a favor nuestro, de nuestra vida, de nuestra esperanza. El viento del Espíritu crea la Iglesia, guía a la Iglesia, da fuerza, sostiene, cura, reconcilia, da vida. Llenos del Espíritu, aquellos primeros discípulos salieron de Jesús y, con el tiempo, llegaron a las tierras más lejanas. Portaban un mensaje de esperanza: Dios nos ha salvado en Cristo, su Hijo, su testigo, la encarnación de su amor. En él nos ha manifestado su inmenso amor para con nosotros. Ese amor es tan grande que es capaz de vencer la muerte. Hoy, aquí y ahora, hay que comenzar a construir un reino de fraternidad donde nadie puede ni debe ser excluido. Esa es la voluntad de Dios y no otra.

El Espíritu ha creado la Iglesia.
El Espíritu fue suscitando comunidades aquí y allá. Pequeños signos de esperanza en medio del mundo, lugares de acogida para los que estaban cansados por el peso de la vida. Eran comunidades locales, que hablaban el idioma de la gente de cada lugar, que se adaptaban a su cultura, a sus necesidades, a sus preocupaciones. Esas comunidades son las que están representadas en la primera lectura. El milagro no es que los discípulos fueran capaces de hablar todas las lenguas de repente. El milagro, recogido de alguna manera en la lectura, fue que los discípulos fueron a todos esos lugares y supieron hablar el lenguaje de las personas de allí, supieron “encarnar” el mensaje del Reino, de la buena nueva de la salvación. Partos, medos, elamitas, cretenses y árabes, romanos y de todas las partes escucharon el mensaje de Jesús en su propia lengua y sintieron que se pegaba a sus carnes, que les resucitaba para una vida de esperanza. Y así nació la Iglesia. El Espíritu animaba la vida de las comunidades. Les hacía confesar que “Jesús es Señor” (nadie lo puede hacer sino es animado por el único Espíritu de Dios). A pesar de las diferencias de idioma, de cultura, de tradiciones, de costumbres, de forma de expresar la fe, a todas las comunidades cristianas nos une esa confesión sencilla, básica, accesible a todos y en todas las lenguas. Hoy somos muchos en todos los continentes los que confesamos que “Jesús es Señor”. Más allá del hecho de que pertenezcamos a diferentes tradiciones, a diferentes confesiones, a diferentes comunidades, de que hablemos diferentes lenguas o tengamos diferentes formas de expresar nuestra fe, todos confesamos que “Jesús es Señor” y que en su nombre se nos ha devuelto la esperanza y la vida, la alegría y el gozo de vivir.

¿Quién puede apagar el Espíritu?
El Evangelio no está amenazado. Algunos parece que piensan que o la defienden ellos o la fe va a desaparecer de la faz de la tierra. Algunos se sienten los protectores del Espíritu, los portadores de la verdad, los defensores de la fe. Piensan que sin ellos, sin su acción, vamos al desastre. Amenazan con el infierno a los que no sigan sus indicaciones y normas. Parece que tienen comunicación directa con el Espíritu y que éste les ha nombrado sus alféreces y les ha puesto al frente de sus batallones. No es así. El Espíritu con su viento y su fuego fue el que propagó por este mundo la buena nueva del Reino, de la salvación. Él seguirá haciendo lo mismo. Nada que hagamos los hombres podrá atemorizar al Espíritu de Dios. Dejar al Espíritu libre (¿es que alguien le puede encerrar o poner cadenas al Espíritu?) es dejar que brote en nuestros campos la esperanza, la paz, la reconciliación, la vida. Esos son los frutos del Espíritu.


Fernando Torres Pérez cmf (ciudadredonda.org)

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